En
relación con algunas opiniones que, en relación con la situación
del Conservatorio Esteban
Sánchez
de Mérida, consideran que las “clases de música” son capricho
de unos pocos, y que como tal no deben pagarse con los impuestos de
todos, creo que no debemos perder de vista que las Enseñanzas de
Música son enseñanzas regladas y ordenadas que están incluidas en
el sistema educativo español. Un sistema educativo que, entre otros,
defiende los siguientes aspectos:
-
La educación es un “derecho fundamental de todas las personas.”
(Constitución Española)
-
“La educación es esencial para garantizar la cohesión y la
convivencia social, la igualdad de los individuos y de los grupos que
se integran y el libre desarrollo de la personalidad.” (Ley de
Educación de Extremadura)
-
La educación es “un instrumento de mejora de la condición humana
y de la vida colectiva.” (LOE)
-
“La educación es un valor compartido por el conjunto de la
sociedad que merece un alto grado de estabilidad temporal y un
compromiso generalizado en su diseño y ejecución.” (LEEX)
-
Son objetivos preferentes del sistema educativo “ofrecer una
educación integral, equilibrada e individualizada, que posibilite el
éxito educativo de todo el alumnado, así como el aprendizaje
permanente a lo largo de toda la vida.” (Ley de Educación de
Extremadura)
-
Entre los principios y fines que ordenan la actividad educativa se
encuentra “la igualdad efectiva de oportunidades y la equidad”.
Voy
a permitirme aquí introducir una extensa cita que resume la
trascendencia de la educación tal y como está entendida por la
legislación española:
“Las
sociedades actuales conceden gran importancia a la educación que
reciben sus jóvenes, en la convicción de que de ella dependen tanto
el bienestar individual como el colectivo. La educación es el medio
más adecuado para construir su personalidad, desarrollar al máximo
sus capacidades, conformar su propia identidad personal y configurar
su comprensión de la realidad, integrando la dimensión
cognoscitiva, la afectiva y la axiológica. Para la sociedad, la
educación es el medio de transmitir y, al mismo tiempo, de renovar
la cultura y el acervo de conocimientos y valores que la sustentan,
de extraer las máximas posibilidades de sus fuentes de riqueza, de
fomentar la convivencia democrática y el respeto a las diferencias
individuales, de promover la solidaridad y evitar la discriminación,
con el objetivo fundamental de lograr la necesaria cohesión social.
Además, la educación es el medio más adecuado para garantizar el
ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y
crítica, que resulta indispensable para la constitución de
sociedades avanzadas, dinámicas y justas. Por ese motivo, una buena
educación es la mayor riqueza y el principal recurso de un país y
de sus ciudadanos.”
Como
muchos docentes habrán percibido, se trata del preámbulo de la Ley
Orgánica 2/2006 de Educación. Como consideración general, es
indudable que cualquier ciudadano estará de acuerdo con ella. Y sin
embargo, parece que a la educación musical (al igual que ocurre con
otras enseñanzas del sistema educativo español) se le niega tal
naturaleza, menospreciándola, estigmatizándola y relegándola a un
rincón de la sociedad al que se cataloga de elitista, privilegiado o
incluso con un signo político. Posiblemente, en la base de toda la
discrepancia se encuentra el prejuicio de entender estas máximas
únicamente para las etapas obligatorias del sistema educativo. No
podemos admitir que tan nobles y elevados ideales sobre lo que debe
ser la Educación, que sinceramente creo que todos compartimos, sean
aplicados sólo a determinados campos, sino que deben entenderse como
consustanciales a todo el sistema educativo, en todas sus ramas y
niveles. Y en este sentido, Educación son también las Enseñanzas
Artísticas (Música, Danza, Artes Plásticas y Diseño); las
Enseñanzas de Idiomas; la Formación Profesional; las Enseñanzas
Deportivas; la Educación Permanente para las personas adultas; y por
supuesto, las Enseñanzas Superiores y la Universidad. Por desgracia,
la situación actual de nuestro mundo, a nivel social, económico y
educativo, hace que se valoren y fomenten especialmente aquellas
capacidades que garantizan la actitud emprendedora, la competitividad
y la productividad. Pero no debemos olvidar la sensibilidad, la
formación artística, algo que a todas luces es irrenunciable dentro
la formación integral de la persona, y que sin duda hace falta en
nuestra sociedad.
La
principal finalidad de las Enseñanzas Artísticas en general es,
según la LOE, “proporcionar a los alumnos una formación
artística de calidad”, que indudablemente contribuye a un
desarrollo integral de la personalidad y por extensión a un
incremento cualitativo de la cultura de la sociedad. Pero también su
ordenación garantiza la cualificación de los futuros profesionales
de las distintas ramas artísticas (el antiguo “Grado Medio” de
Música se llama ahora, de hecho, “Enseñanzas Profesionales” de
Música). Por tanto, si los argumentos que defienden la formación
artística como enriquecedora de la persona se consideran subjetivos,
no lo son los que la consideran una opción de formación
profesional. A no ser que también debamos considerar que esta
profesión es superflua, prescindible, o debe marginarse del sistema
educativo público y reglado. Todos nos enorgullecemos cuando
escuchamos una orquesta que lleva el apelativo “de Extremadura”,
o cuando un conciudadano nuestro destaca en cualquier rama artística.
Pero músicos excepcionales hay pocos, igual que hay porcentualmente
hay pocos deportistas de élite, pero estos no podrían existir si no
hubiera una formación temprana y una amplia base. Porque la
aparición de una personalidad artística desarrollada no es algo que
dependa exclusivamente del talento o las dotes personales, sino que
necesita una formación. Y esta formación no debe estar supeditada a
consideraciones económicas ni geográficas, sino ser, en la medida
de los posible, lo más accesible para todos.
En
este sentido, el de las consideraciones económicas, se ha criticado
que los alumnos del Conservatorio de Mérida no cubren más del 10%
del presupuesto del centro. Sin dejar de ser cierto, esto no deja de
ser una visión mercantilista y que trata la educación como simple
balance de cuentas, cuando, según el espíritu de la ley, es una
inversión y un beneficio para la sociedad (sí, la educación
musical, las “clases de música”, también). Pero a los números
se les hace decir lo que se quiere, y también podríamos atender al
hecho, por ejemplo, de que un alumno del Conservatorio de Mérida, de
titularidad municipal, paga cinco veces más que uno de titularidad
autonómica. Ya hace un esfuerzo considerable, comparativamente
hablando. Ya está “pagando” su “capricho” de recibir “clases
de música”. El principio de igualdad efectiva de oportunidades y
equidad, en este sentido, no se ha alcanzado aún en Extremadura, con
tan sólo dos Conservatorios dependientes de la Consejería de
Educación. Y sin embargo, y aludiendo por última vez a la LOE, la
combinación de calidad y equidad educativa “exige ineludiblemente
la realización de un esfuerzo compartido” del que también recae,
“en última instancia, sobre la
sociedad en su conjunto, responsable última de la calidad del
sistema educativo... La sociedad, en suma, habrá de apoyar al
sistema educativo y crear un entorno favorable para la formación
personal a lo largo de toda la vida”.
Quizá tanto los ciudadanos como el Ayuntamiento de Mérida deberían
contemplar el Conservatorio Profesional Esteban
Sánchez con orgullo, y presumir del
centro, igual que lo hacen con toda razón respecto a los monumentos
de la ciudad, porque gracias a él se amplían las posibilidades de
acceso a las Enseñanzas Musicales en nuestra región. Y, en última
instancia, deberíamos enorgullecernos por ello como generadores de
formación, de educación, de cultura y de patrimonio.