Decía Aldous Huxley que después del silencio, lo que más se acerca a expresar lo inexpresable es la música.
Del mismo modo que la música nos habla, en cierto modo, de lo intangible, también la educación trasciende más allá de lo meramente económico. Una generación educada e instruida es un bien que no puede medirse en términos de inversión o de presupuesto, porque los beneficios obtenidos, que revierten directamente en la sociedad tanto a largo como a corto plazo, superan con creces cualquier gasto que dicho proceso educativo haya podido generar.
A lo largo de los años, los docentes de cualquiera de las especialidades relacionadas con la música hemos podido constatar que más allá del mayor o menor nivel técnico, teórico e interpretativo que nuestros alumnos hayan alcanzado, nuestro mayor logro está en formar buenas personas. Hay estudios serios, bien fundamentados y rigurosos que demuestran que el índice de fracaso escolar entre los estudiantes de música en edad de escolarización disminuye notablemente si lo comparamos con el de aquellos que no lo son. El alumno que estudia en el conservatorio, generalmente suele mostrar un buen nivel dentro del resto de los ámbitos académicos.
Por si esto fuese poco, es también un hecho cierto y debidamente documentado la importancia que la música en general, y la educación musical en particular, tienen para el desarrollo de muchas de las capacidades fundamentales del ser humano, mucho más allá de las propias habilidades musicales. El estudio de una disciplina musical promueve y contribuye decisivamente a inculcar en el alumno valores como el esfuerzo, la constancia o la capacidad organizativa. La interpretación musical y la praxis instrumental ayudan, incluso en los estadios más básicos del proceso de aprendizaje, a mejorar la agudeza sensorial, así como la psicomotricidad. Además, refuerzan el desarrollo tanto del juicio crítico como de la creatividad, referida esta última tanto a la puramente musical como a la capacidad de abordar de un modo creativo problemas complejos, ampliando el abanico de opciones desde los cuales el alumno puede afrontar la resolución de los mismos.
Una sociedad avanza a la par que se incrementa el nivel cultural de sus ciudadanos. Dificultar, disminuir,o directamente restringir el acceso a la música o a los estudios musicales, es un error mayúsculo. Cuadrar un presupuesto utilizando las herramientas equivocadas es un error que se pagará caro ahora, pero mucho más caro en el futuro.
La música, al igual que cualquiera de las especialidades artísticas, enriquece nuestra experiencia vital, nos ayuda a relacionarnos con los demás y, generalmente, nos convierte en mejores personas. Es por todo ello por lo que, a través de este escrito, el Conservatorio Municipal Elemental de Música de Zaragoza quiere mostrar un firme e inquebrantable apoyo a las reivindicaciones del Conservatorio Profesional de Música Esteban Sánchez de Mérida, en reconocimiento a su labor docente a lo largo de todos estos años.
Rogamos a las autoridades competentes que reflexionen. Les pedimos humildemente que recapaciten, y que no pasen a la historia de una ciudad milenaria, como lo es Mérida, como aquellos que, aprovechando la excusa de la crisis económica, convirtieron a la Cultura en un lujo solo al alcance de los más pudientes, destruyeron el legado educativo y musical emeritense forjado a lo largo de 30 años de esfuerzo, trabajo, dedicación y profesionalidad, y culminaron su labor política con el dudoso honor de haber cerrado las puertas del Conservatorio Profesional de Música Esteban Sánchez, borrando de un plumazo no ya solo su legado en el pasado, sino algo que es más importante todavía: su labor en el futuro.
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